Conocemos a Edurne Pasaban, que hace ahora 10 años se convirtió en la primera mujer en coronar las 14 cimas más altas del planeta.
A los 14 años comenzó a escalar en roca en el club de montaña de Tolosa y poco a poco se fue adentrando en el mundo del alpinismo realizando ascensiones de mayor dificultad, como a los Pirineos, los Alpes (en ambos pasaba sus vacaciones), los Andes y el Himalaya. En 1989, a los 16 años, viajó por primera vez a los Alpes, donde ascendió el Mont Blanc (4810 metros), el Cervino (4478 m) y el Monte Rosa (4614 m). Con solo 17 años llegó a la cumbre del Volcán Chimborazo, de 6310 m. En 1994, con 21 años, de nuevo en Ecuador, al Chimborazo le sumó el Cotopaxi (5897 m), el Tungurahua (5016 m) y el Guagua Pichincha (4971 m). En 1996 se trasladó hasta la Cordillera Blanca de Perú y entre otras montañas holló el Nevado Ishinca (5530 m) y el Urús (5495 m).
En 1998 viajó por primera vez al Himalaya con el club de montaña de Tolosa e intentó conquistar su primer ochomil, el Dhaulagiri (8167 m), pero tuvo que renunciar a falta de 272 metros para la cima por la gran cantidad de nieve acumulada, tardando diez años (hasta el 1 de mayo de 2008) en poder alcanzar esta cumbre. Luego intentó el Everest dos veces antes de hollarlo en 2001, pero en ese momento Edurne aún no pensaba en el proyecto de las 14 cumbres….
12 años y 22 expediciones después, Edurne consigue su objetivo de convertirse en la primera mujer con los 14 ochomiles por delante de la coreana Oh-Eun Sun.
Podéis comprar el libro que narra todo el proyecto aquí.
Durante la entrevista conocemos otros aspectos de la vida de Edurne, que estudió ingeniería técnica industrial y posteriormente realizó un máster de negocios en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE) de Barcelona, y su lucha contra la depresión profunda.
También su labor humanitaria al frente de la fundación privada sin connotación religiosa o política y sin ánimo de lucro Montañeros para el Himalaya Edurne Pasaban (MHF), que agrupa a montañeros solidarios con los niños y niñas de las montañas del Nepal, Pakistán, Tibet, India y Bhután con la esperanza de abrir una vía a la educación.
La filosofía de la fundación responde al principio de devolver a los habitantes del Himalaya las cosas buenas que han brindado a los montañeros y viajeros cuando hemos visitado sus tierras. Y devolvérselo de la manera que nos parece más necesaria, más efectiva y más duradera: financiando proyectos relacionados con la educación elemental destinados a los niños y niñas de las cordilleras del Himalaya y el Karakorum a través de colaboradores locales de absoluta confianza.
Podéis ver la entrevista completa aquí: